Dunstan nació sobre el año 910 dC, de padres nobles y hermano de obispos. Desde su nacimiento estuvo rodeado de acontecimientos milagrosos.
Dunstan era un culo inquieto y comenzó a aprender distintos oficios y todos se le daban bien. Estudió con los monjes de la abadía de Glastonbury y acabó sirviendo a el Rey, que le consideraba su favorito. Esto sólo le trajo problemas pues levantó envidias entre otros miembros de la Corte que le apaleaban constantemente sin piedad, acusándolo de brujería y magia negra.
Un día lo tiraron a un pozo y allí le dejaron sin ningún remordimiento. Después de mucho esfuerzo, Dunstan pudo salir del pozo y decidió hacerse ermitaño. Se construyó una celda pequeñita, donde realizaba trabajos que había aprendido siendo joven, entre ellos la tarea de herrero. Un día se presentó un hombre para pedirle unas herraduras para sus pies. Dunstan, listo él, se dio cuenta que sus pies tenían una forma rara, se parecían mucho a las pezuñas del propio Satán. Muy astuto le dijo que para hacerle las herraduras tenía que atarlo a la pared… Os podéis imaginar las perrerías que le hizo cuando lo tuvo sujeto: Lucifer le pedía clemencia una y otra vez, pero Dunstán no paró hasta que accedió a lo que él le pedía.
Lucifer le prometió no entrar nunca en casa alguna donde hubiera una herradura colgada en la pared.